27 de marzo de 2020

Y, tras el coronavirus, con la economía, ¿qué?


La crisis del coronavirus está siendo durísima. Pero sobre ella planea, además, una ominosa sombra: ¿Entraremos tras ella en una durísima recesión como la de 2008 o tal vez peor? Se habla de tres posibilidades bautizadas con el nombre, yendo de optimista a pesimista, de V, U y L. ¡Si tras la tragedia en vidas, viene la tragedia económica…! Antes de seguir quiero decir una cosa. Cuando hablamos de las dos tragedias, no comparamos sólo vidas con dinero. Comparamos sobre todo vidas con vidas y sufrimiento con sufrimiento. Porque una durísima recesión económica causa muertes y mucho sufrimiento. No se trata de comparar si más o menos que las producidas por la enfermedad, paro sí de decir que comparamos manzanas con manzanas, no manzanas con “materialista” dinero. La economía no es cifras, es calidad de vidas humanas y vidas en sí mismas. Lo que pasa es que las víctimas del coronavirus se cuentan y salen en los periódicos y las de una recesión económica son anónimas y no numerables. Con esto aclarado, sigo.

En realidad, la disyuntiva V, U o L es una disyuntiva falsa. Si la enfermedad se controla pronto y lleva a un rápido final del confinamiento dará, sin duda, una V. Pero si se alarga el proceso, la V podría empezar a mutar a U. No de golpe, sino por un paulatino proceso en el que el fondo de la V se va redondeando y ensanchando. Y, si dura más, en un momento dado, además de ensancharse el fondo de la U, hasta parecer una curva en bañera, su lado derecho, el ascendente, cada vez sube más lentamente y a menos altura, hasta que se transforma en L. ¿Qué pasará? Estoy convencido –con el convencimiento que un pobre ser humano puede tener cuando intenta escrutar el futuro– de que será una V. Y mi convencimiento nace, no de un optimismo buenista. Tampoco de la aplicación de sesudos estudios econométricos que sería incapaz de hacer. Nace de una comprensión general del funcionamiento de la economía y de una mirada histórica con perspectiva. Ahí voy.

Creo poder afirmar que ninguna crisis económica ha venido por causa de un desastre. La inmensa mayoría de las crisis, si no todas, nacen del estallido de una burbuja. No me extenderé mucho en ello, pero ahí van unas pinceladas.

La primera guerra mundial duró 4 años y causó cerca de 30 millones de muertos entre soldados y civiles y fue seguida por la mal llamada gripe española[1] que causó otros 30 millones de muertos. Pues bien, poco después de acabar la guerra empezó una rápida recuperación económica que dio lugar a los llamados “locos años 20”. En esos años lo que se gestó fue una inmensa burbuja que acabó en la terrible crisis del 29. Ciertamente, la curva de la economía en esos años se pareció a una U, con una base muy ancha, es decir, a una bañera. Pero esa bañera tuvo esa forma por la larga duración de las catástrofes encadenadas. Sin embargo, la subida fue rápida y superó pronto en altura al punto anterior a la guerra.

La Segunda Guerra Mundial fue todavía más catastrófica. Produjo entre 50 y 60 millones de muertes. Y también la recuperación fue rápida. Cierto que hubo un plan Marshall pero, ¿alguien piensa que no va a haberlo ahora? De hecho, ya está en marcha. No quiero entrar en las consecuencias económicas y políticas que pueda tener el inmenso gasto que los Estados van a hacer en este nuevo plan Marshall. Eso es otra historia. Además, en contra de las guerras y la gripe española, está que éstas afectaron a los jóvenes y, la gripe del 18 en especial, a los niños. Por supuesto, todas las vidas valen lo mismo, pero no cabe duda que el efecto en la economía –y en el sufrimiento– de la pérdida de la juventud y la infancia es mucho más dura.

Todo esto se puede ver de una manera extraordinariamente clara en el siguiente vídeo. Cuatro minutos sin desperdicio.


En un nivel mucho más local, México, el país que más sufrió la epidemia de gripe aviar de hace unos años, tuvo uno o dos trimestres con un PIB negativo para recuperarse del todo tres trimestres más tarde. Ese año tuvo un PIB menor, claro, pero al año siguiente se había recuperado.

Si nos remontamos a la terrible peste negra del siglo XIV que mató a un tercio de la población de Europa, sus consecuencias fueron, según el historiador español Luis Suarez y los americanos James Robinson y Daron Acemoglu[2], la desaparición de la servidumbre de la gleba.

En cambio, la tremenda crisis de la que acabamos de salir o estamos saliendo ahora fue también, como la del 29, causada por una burbuja, no por ninguna catástrofe. Esta crisis cogió a un sistema bancario débil (en España a las Cajas de Ahorro) y sujeto con alfileres, unido a un consumo y endeudamiento desenfrenados. Hoy, el sistema bancario está enormemente más sólido que en 2008, por lo que no sólo no será parte del problema, sino que será parte de la solución, y el endeudamiento empresarial ha disminuido mucho, aunque no lo haya hecho el estatal en la misma medida.

Capítulo aparte sería la otra gran crisis del siglo XX, la de 1973. Esa fue causada por el precio del petróleo, que se disparó por el cartel de la OPEP y el mundo no estaba preparado para esa subida. Pero en este momento, el precio del petróleo está más bajo que nunca, aunque es seguro que cuando acabe la crisis vuelva subir, pero ya habrá pasado lo peor.

Ahora viene mi explicación basada en el conocimiento general y de sentido común de la economía. He dicho que no voy a hacer, porque no sé hacerlo, ningún estudio econométrico. Por tanto, que nadie sea excesivamente severo con mi explicación, más basada en imágenes que en sesudos razonamientos.

Las crisis causadas por burbujas se podrían comparar a un jarrón que se cae y se rompe en añicos. Reconstruirlo es enormemente difícil. Voy a ser más drástico y voy a usar mi vieja comparación, que tantos éxitos me produce como docente, del globo de mierda. Una burbuja es como un globo en el que se va metiendo la mierda acumulada de muchas cagadas económicas. El globo se hincha y se hincha, sin que aparentemente ocurra nada, hasta que, de repente, explota con las consecuencias que una explosión semejante pueda tener. En cambio, una catástrofe es comparable a un globo hinchado que se mete en un barreño lleno de agua hasta el borde. El globo desplaza el agua y ésta se desborda, pero cuando se saca –o cuando explota, si se quiere seguir hablando de explosiones– el agua vuelve a ocupar el espacio del globo y rápidamente, con una manguera, se vuelve a rellenar el barreño hasta el borde. Es cierto que se queda un charco de agua, pero ésta se recoge rápidamente con una fregona[3].

Indudablemente, habrá un pico de la V. En ese pico habrá paro. Y será duro, muy duro. Pero no es lo mismo un ERE que un ERTE. También habrá empresas que desaparezcan. Y también será duro. De este pico hablan los estudios económicos de los bancos cuando dicen que el PIB puede caer en cantidades en las que no se ponen de acuerdo, pero que son altas. Sin embargo, su difusión por los medios, que lo interpretan a su manera, es decir, mal, crea una alarma que, a mi entender, es injustificada. Se trata sólo del pico de la V. Pero la demanda estará ahí. Obviamente, no estará intacta. Los trabajadores que vuelvan de los ERTE’s sí volverán a tener capacidad de demanda. Pero los de las empresas quebradas, tardarán más. Pero, en cambio, habrá una demanda embalsada de los meses de espera. Un embalse de consumo e inversión pospuestos. Y, en consecuencia, la demanda crecerá mucho, y renacerán las empresas. Unas porque salgan de su hibernación y otras porque nazcan para llenar el hueco dejado por las que hayan quebrado. Así es la economía de libre mercado, fluida como el agua. “Be water my friend, be water”. No así las economías intervenidas, que son más bien pasta de dientes. Pero ea es otra historia en la que he dicho que no quería entrar.

Ya he dicho que mi convencimiento está limitado por la escasa capacidad que un pobre ser humano puede tener cuando intenta escrutar el futuro. Pero estoy razonable y racionalmente convencido de que será así. A veces hago previsiones sombrías de las que me gustaría equivocarme. Esta vez deseo con toda mi alma no equivocarme. Veremos. Y lo veremos pronto.


[1] La causa por la que se le llamó gripe española parece que fue porque al estar España en paz, por no haber entrado en la Gran Guerra, se hablaba de ella muchísimo más que en los países que acababan de salir de ella. Pero todo parece indicar que se inició en Haskell, Alemania
[2] “La Europa de las cinco naciones” del primero y “¿Por qué fracasan los países?” de los segundos.
[3] Por supuesto, cuando me refiero al agua derramada y recogida con una fregona, me refiero al efecto económico. Las muertes causadas por el coronavirus serán lloradas durante mucho tiempo.

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