1 de febrero de 2008

Mi testimonio ante la muerte del P. Maciel, fundador de la Legión de Cristo

Tomás Alfaro Drake

POR FAVOR, PIDO A QUIEN HAYA LLEGADO A ESTA ENTRADA QUE VEA LA ÚLTIMA QUE HE ESCRITO SOBRE ESTE TEMA QUE ES LA DEL 2 DE MAYO DEL 2010, JUSTO EL DÍA DESPUÉS DE QUE APARECIESE EL COMUNICADO DE LA SANTA SEDE COMO CONSECUENCIA DE LA VISITA APOSTÓLICA A LA LEGIÓN DE CRISTO. ÁLLÍ ESTÁ MI POSTURA SOBRE ESTE TEMA TRAS CONOCER TODA LA VERDAD.

Hoy, último día de Enero del 2008 es para mí un día triste y alegre al mismo tiempo.

Triste porque ha muerto una de las personas que, junto con mis padres, más bien nos ha hecho a mí y a toda mi familia, aunque apenas le conocí personalmente. Me refiero al P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Cuando miro mi vida con la perspectiva de los últimos 30 años, no puedo dejar de preguntarme cómo hubiera sido mi vida si allá por 1977 el "azar" no me hubiese hecho conocer a Ignacio Oriol, hoy P. Ignacio Oriol, Legionario de Cristo, coincidiendo en el Master del IESE. No sé como hubiese sido mi vida, pero sé que hubiese sido peor de lo que es. Algunos años después de acabar el IESE, Ignacio entraba en la Legión de Cristo y Dios tenía ya preparadas -probablemente las venía preparando desde mucho antes- una serie de jugadas de su Providencia que iban a cambiar mi vida. Hará unos 16 años volví a ver a Nacho Oriol, ya convertido en el P. Ignacio. A partir de ahí, un hijo mío primero y otro unos 10 años más tarde, sintieron la llamada de Dios para entregarle su vida a través de la Legión de Cristo. Desde ese momento, puedo asegurar que la gracia de Dios ha llovido con una abundancia y con una generosidad sobre mi vida y la de mi familia que soy incapaz de describir con palabras. Desde entonces conocí a muchos Legionarios de Cristo y en todos ellos he encontrado una rara mezcla de santidad, inteligencia y reciedumbre, muy difícil de encontrar juntas y que espero que alcancen también mis hijos legionarios de Cristo. No se a cuantos sacerdotes legionarios habré conocido, puede que ronden los cincuenta, pero todos ellos me han ido llevando poco a poco, de la mano, por una senda de un amor creciente a Jesucristo y a su Iglesia a la par que a una maduración en mi fe y una gran capacidad de alegría de las que nada ni nadie puede arrebatar porque está fundada en una sólida esperanza cristiana. Y son muchos también los que han acompañado a mi mujer y a mis hijos -a los Legionarios y a los otros- en ese mismo camino, aunque peculiar de cada uno.

Nada de eso hubiera sido posible y sólo Dios sabe, y yo puedo vagamenente intuirlo, lo gris que hubiese sido mi vida sin esos maravillosos sacerdotes Legionarios. Y ellos tampoco lo serían si el Padre Maciel no hubiese seguido con docilidad la llamada de Dios a un camino lleno de frutos pero duro, áspero y, al final, terrible. Tras una vida de santidad completamente entregada a la voluntad de Dios, la más vil y miserable calumnia a venido a empañarla ante algunos hombres. Pero no ante Dios, ante el que siempre estuvo el P. Maciel y al que ofreció perdonando todos los sufrimientos que esa maldad le causó.

Por eso este hoy es un día triste y alegre a la vez. Porque sé que el P. Maciel, estará ahora en brazos de Jesucristo, al que amó con toda su alma hasta el último trago de la copa de amargura que tuvo que beber acompañandole en Getsemaní. Y la mirada de Cristo hacia él, se transmitirá a todos sus hijos espirituales entre los que me cuento. Sé que gracias a él un torrente todavía mayor de gracia lloverá sobre mi familia, sobre todos su hijos espirituales y sobre toda la Iglesia a la que también amó apasionadamente por ser la Iglesia de Jesucristo.

Doy gracias a Dios por el don de haber podido enriquecer mi vida con los frutos de la santidad del P. Maciel.

Un abrazo a todos.

Tomás


El 22 de Septiembre del 2009, un anónimo publicó en mi blog un comentario a esta entrada mía de un año y medio antes. Esa entrada puede verse en los comentarios a ésta, pero he querido reflejar en la propia entrada el cruce de entradas/mails que tuvimos.


“Buenas tardes Tomás.Ultimamente me he interesado mucho por todo lo que se está hablando sobre los Legionarios de Cristo así como de su fundador, el Padre Maciel. Intento leer todas las opiniones y lo que antes creía que eran meras calumnias, ahora empiezo a creermelas ya que incluso veo que la Iglesia ha reconocido algunas de las informaciones que han salido en los medios, hasta que me he encontrado con su entrada en el blog y he visto algo distinto a todo lo leído anteriormente. Quisiera saber su opinión respecto a todo lo que se está vertiendo en contra de la orden y de su fundador.Muchas graciasUn fuerte abrazo”.
Dudé mucho si contestarle o no, porque quería hacerlo con sinceridad y lo de no saber quién era el que hacía el comentario y sus intenciones me preocupaba. Pero me acordé de que la verdad nos hará libres y le contesté. Ciertamente, me rservé algunas opiniones de las que estoy casi totalmente convencido, pero ese casi y las reservas ante el anonimato me hicieron ser un poco reservado.

Esta fue mi respuesta, hecha como un comentario al anterior comentario en el blog, no como una nueva entrada en él.

“Hola anónimo, soy Tomás:Aunque no te conozco, percibo buena voluntad en tu interés por el asunto del P. Maciel y la Legión de Cristo. En esa confianza te agradezco este comentario y te contesto. Espero no equivocarme.Aunque ya en mayo del 2006 el Papa había ordenado al P.Marcial Maciel que se retirase a una vida de oración y penitencia, yo entonces creía a pies juntillas en su inocencia, más aún, en la santidad de su vida. Y lo hacía porque, aunque no le conocí personalmente, sí conocía a muchos legionarios de Cristo y admiraba, y sigo admirando en ellos, su reciedumbre en la fe y en la virtud y su amor a Jesucristo y a su Iglesia. Y no solo eso, sino que les debía, y nada en el mundo podrá convencerme de que no se lo sigo debiendo, un mayor acercamiento a Jesucristo y una riqueza espiritual que sin ellos, probablemente no tendría. Me argumentaba a mí mismo con la frase del Evangelio que dice que por sus frutos los conoceréis y que no hay árbol malo que de fruto bueno. Atribuía el mandato de Benedicto XVI, que por otro lado no expresaba ninguna condena directa, a un intento de la Santa Sede de terminar con una polémica que era dañina para la Iglesia, con una medida un poco ambigua pero comprensible, teniendo en cuenta la avanzada edad del P. Maciel –a la que se aludía en el texto– y que ya había dejado de ser el Director General de la Legión de Cristo. El hecho de que la orden al P. Maciel fuese seguida de un reconocimiento explícito de la bondad de la Legión de Cristo y de sus obras como congregación, me reforzaba en mi hipótesis.En esta creencia estaba cuando murió el P. Maciel y por eso escribí lo que escribí.
Pero en enero del 2009, supe que el P. Maciel había tenido una vida paralela en la que tuvo una hija. Éste es un hecho positivamente probado que conocí directamente de los propios legionarios de Cristo. Aunque no estén positivamente probadas, al menos una parte del resto de las acusaciones tienen serios visos de ser ciertas. Todo esto lo he ido percibiendo poco a poco con una mezcla de perplejidad y pena. Sin embargo, esto sigue sin hacerme perder la certidumbre que tengo de la bondad de la obra de la Legión de Cristo en general y de los legionarios que conozco. Son muchos años y muchos legionarios los que la avalan. Pero me pregunto cómo puede ser que de un fundador tan pecador haya podido surgir una obra así de extraordinaria. Y, sinceramente, no encuentro una respuesta satisfactoria. ¿Es que la frase del evangelio del árbol y el fruto no es cierta? Lo que es seguro es que los hombres hemos sido siempre muy torpes para interpretar el Evangelio y las Sagradas Escrituras en general. La historia se ha encargado de darnos lecciones de algunos de esos errores de interpretación. Los hombres somos seres históricos y aprendemos a través de ella. Tal vez ésta sea una nueva y misteriosa lección que Dios nos quiera dar sobre sí mismo y sus caminos. Pero no puedo dejar de buscar explicaciones a las cosas que no entiendo, aunque esta incomprensión caiga en el terreno del misterio. Por eso quiero contarte mi atisbo de respuesta, aunque ésta no me deje satisfecho. Sea como fuere y, a pesar de su conducta reprobable, el P. Maciel, al fundar la Legión de Cristo, quiso enraizarla en el corazón de Jesucristo a través de la Iglesia y hacerla un sólido instrumento al servicio de la misma. Redactó unas constituciones –que la Santa Sede aprobó–, de una gran exigencia de entrega radical a Jesucristo. Por ellas, varios miles de hombres y mujeres, le han entregado su vida en el sacerdocio y la vida consagrada, con enorme sinceridad, honestidad y valentía. Es como si estos hombres y mujeres, injertados en un tronco carcomido, creyendo firmemente que estaba sano, hubiesen generado unas raíces que se enterrasen directamente en la tierra de la Iglesia regada por la sangre de Cristo. Y, así como los hombres, todos, podemos fallar y fallamos tantas veces a la confianza que se deposita en nosotros, Cristo no falla. Por eso creo que estos hombres y mujeres recios y valientes, son los auténticos fundadores de la Legión de Cristo, los instrumentos sanos de Dios para la realización de uno de los caminos de sus designios.Me pregunto también acerca la infección que ese tronco enfermo, en el que se han injertado los legionarios, haya podido transmitir a esa obra. Esas constituciones, que atrajeron a estos hombres y mujeres a Cristo, pueden tener también su parte enferma. ¿Qué tipo de enfermedad? ¿Cómo de grave? ¿Qué extensión tiene? ¿Cómo se puede sanar lo que esté enfermo? Afortunadamente no necesito buscar respuestas a estas preguntas. Ni sabría, ni tendría los medios, ni podría. Gracias a Dios Benedicto XVI, ha cargado sobre sus hombros la dura y difícil tarea de diagnosticar la gravedad y extensión de la enfermedad que pueda haber, si la hay. Una vez hecho el diagnóstico, prescribirá el tratamiento a seguir por la Legión de Cristo. Y no me cabe duda de que los legionarios se aplicarán rigurosamente el tratamiento –ya se trate de aspirinas, quimioterapia o cirugía–, para poder ser un instrumento, todavía mejor del que son, al servicio de Cristo y de su Iglesia. Dicen que la paciencia es la virtud de los fuertes, así que, si Dios me da fuerza, esperaré a ver que dice este maravilloso Papa que el Espíritu Santo ha regalado a la Iglesia. Naturalmente, esperaré rezando para que Dios abra el corazón de los legionarios, para que ilumine a los visitadores apostólicos y a Benedicto XVI y sepan encontrar el diagnóstico y el tratamiento adecuados a la enfermedad que pueda tener la Legión de Cristo. Y te pido que unas tu oración a la mía.
Sea como sea, no cabe duda de que ésta es una prueba que Dios permite para la Legión de Cristo, los legionarios y los miembros del Regnum Christi. Y las pruebas son el camino por el que Dios empuja a los hombres hacia la santidad. Son una purificación que acrisola la esperanza. Como dice san Pablo: “La tribulación engendra paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza cierta”. Tal vez la humildad no sea el menor de los frutos que puedan salir de esta prueba. En mí, desde luego, ya está dando ese fruto. ¿Quién puede decir que entiende los planes de Dios? Me voy a permitir una digresión escatológica. En la terrible lucha entre el Bien y el mal que se está jugando en este campo de fútbol del mundo, en el que, no sé por qué razón, Dios quiere que juguemos los tullidos seres humanos, el demonio ha lanzado un fuertísimo tiro por la escuadra, pretendiendo marcarle un gol a Dios. Pero creo que un soplo del Espíritu Santo está ayudando al sucesor de Pedro a desviar la trayectoria del balón. Espero que, si Dios así lo quiere, éste rebote en el larguero y acabe en un gol en propia meta en la portería del demonio. Nuestro Dios es especialista en sacar bien del mal. Dicho con palabras mejores de Tolkien en una carta a su hijo: “Ningún hombre puede jamás saber lo que está acaeciendo sub specie aeternitatis (bajo la perspectiva de la eternidad). Todo lo que sabemos, y en gran medida por experiencia directa, es que el mal se afana con amplio poder y perpetuo éxito... en vano: siempre preparando tan sólo el terreno para que el bien brote de él”. Espero que así sea. Recemos juntos por ello.Un abrazo.Tomás”.

Al cabo de unas semanas, el pasado 14 de Octubre, el anónimo me envió un mail identificándose en el que me decía:

“Buenas tardes Tomás. No sé si se acordará de mi, soy Eduardo (Omito los apellidos y otros detalles que él sí me decía, por salvaguardar su identidady porque algunos no vienen al caso). Le escribo porque de forma ocasional soy seguidor de su blog Tadurraca, hace unos días anonimamente ya que no soy usuario registrado le hice un comentario acerca de todas las noticias que estaban surgiendo en torno al Padre Macial Maciel y toda la polémica que se ha desatado estos meses acerca de este asunto. Hoy me he acordado de aquel comentario y he visto su respuesta, y ante la respuesta que me ha dado sólo podía darle las gracias; en un principio pensaba ponerle otro comentario, pero lo de escribir de forma anónima nunca me ha gustado así que he pensado que la mejor forma de hacerlo era escribiendole un mail ya que aún conservo su dirección de correo. En cuanto al asunto en cuestión le diré que en cuanto empezaron a salir las noticias acerca del padre Maciel, no se porqué razón, el primero que se me vino a la cabeza fue usted y por ende la universidad en la cual estuve tres años. Le diré que hasta mi entrada a la Universidad casi desconocía por completo a Los Legionarios de Cristo, hasta que un día estando yo en mi primer año, apareció una noticia en la cual dejaba al fundador de los mismos en no muy buen lugar, y usted entró a clase para desmentir dichas informaciones y nos habló durante un rato de la historia y bondades de su fundador y lo que suponía personalmente para usted. Supongo que ésta es la respuesta por la cual cuando salieron las informaciones me vino usted a la cabeza. Me imagino que no han sido momentos fáciles, yo por suerte me han educado en la fe católica, con un primo seminarista y familiares miembros del Opus Dei y siempre he ido a colegios donde la educación religiosa era llevada por estos mismos, al igual que le digo esto también le digo que nunca me he considerado un católico ni mucho menos ejemplar, no pertenezco a ningún grupo, orden o prelatura, y es más, últimamente ando algo reñido con mi fe ya que creo que me hago demasiadas preguntas y fruto de estas preguntas surgió la de escribirle a usted para saber sus impresiones acerca de este tema. Dicho todo lo anterior, sólo quería darle las gracias por su respuesta extensa, sincera y sobretodo y conociéndole un poco, creo que escrita con el corazón, una vez más, y siendo un tema tan sensible para usted, no me ha fallado. Hubiera estado en su derecho de no dar respuesta, pero en vez de eso y sabiendo lo que supone para usted me ha dado una extensa exposición de su punto de vista y también he percibido que conserva intacta la esperanza y la fe en que todo se resuelva según los designios de Dios. He de reconocer que me ha dado una lección de fe de la cual estaba necesitado la verdad. No quiero entretenerle más, le reitero mi eterno agradecimiento por todo lo expuesto anteriormente. Deseandole lo mejor en lo profesional y en lo personal se despide un ex-alumno agradecido. Un fuerte abrazo”

Naturalmente, a los pocos días, el 18 de Octubre, le contesté:

“Querido Eduardo:

Por supuesto que me acuerdo de ti. Me alegro que el anónimo seas tú, ahora con cara y ojos, porque en los tiempos que corren no sabe uno a quién contesta. Y me alegro también de que mi respuesta te haya hecho bien. Es lo que pretendo, en general, con mi blog.

En fin, un abrazo y hasta siempre que tú quieras. Ya sabes que en la Paquito tienes un amigo.

Tomás”
.

Todavía no he tenido respuesta a este mail. Tal vez no la tenga nunca, pero no importa. “La verdad os hará libres” nos ha sido dicho. Yo creo que la verdad nos hace más que libres. Nos hace capaces de mejorar, nos hace humildes y nos hace amables, es decir, dignos de ser amados, por Dios y por los hombres. Desde que he sabido la verdad sobre el P.Maciel, mucha gente se ha atrevido a preguntarme y a todos les he contado la verdad, toda la verdad, con la mayor humildad de la que he sido capaz. Al no ser anónimos y en función de quién eran, les he contado también mis opiniones –las que no conté a Eduardo–, presentándolas como tales, pero sólidamente argumentadas. Ni una sola vez he tenido una respuesta de desprecio o insultante. Todas han sido de comprensión, creo que sincera. Y creo también que en todos los casos se ha producido la paradoja de que las personas con las que he hablado –muchas de ellas muy alejadas de la religión y de la Iglesia y tremendamente críticas con la Legión de Cristo, antes incluso de que se conociesen estos tristes hechos– han visto con mejores ojos que antes al cristianismo, a la Iglesia y a la propia Legión. Gracias a la verdad humildemente presentada.

5 comentarios:

  1. Nosotros también lo hemos vivido de cerca, ya que hace 10 años que llevamos a nuestros 2 hijos al colegio de los Legionarios en Barcelona. Apreciamos mucho a estos religiosos y hemos participado de la triste pérdida de su fundador, aunque siempre confortados por Nuestra Fe.
    Gracias por tu testimonio de afecto y proximidad al Padre Maciel. Desde el Cielo seguirá intercediendo por todos nosotros.
    Quería que supieras también que 2 chicas del blog de Yolanda han decidido sacar adelante a sus bebés. Ya llevamos 10 bebés salvados, bueno no nosotros, sino el Señor, claro.
    Gracias por tus oraciones. Nunca se pierde ninguna oración. Lo palpamos.

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  2. Buenas tardes Tomás.

    Ultimamente me he interesado mucho por todo lo que se está hablando sobre los Legionarios de Cristo así como de su fundador, el Padre Maciel. Intento leer todas las opiniones y lo que antes creía que eran meras calumnias, ahora empiezo a creermelas ya que incluso veo que la Iglesia ha reconocido algunas de las informaciones que han salido en los medios, hasta que me he encontrado con su entrada en el blog y he visto algo distinto a todo lo leído anteriormente. Quisiera saber su opinión respecto a todo lo que se está vertiendo en contra de la orden y de su fundador.

    Muchas gracias

    Un fuerte abrazo.

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  3. Hola anónimo, soy Tomás:

    Te contesto en varias entradas por la limitación de caracteres de cada una

    Aunque no te conozco, percibo buena voluntad en tu interés por el asunto del P. Maciel y la Legión de Cristo. En esa confianza te agradezco este comentario y te contesto. Espero no equivocarme.

    Aunque ya en mayo del 2006 el Papa había ordenado al P.Marcial Maciel que se retirase a una vida de oración y penitencia, yo entonces creía a pies juntillas en su inocencia, más aún, en la santidad de su vida. Y lo hacía porque, aunque no le conocí personalmente, sí conocía a muchos legionarios de Cristo y admiraba, y sigo admirando en ellos, su reciedumbre en la fe y en la virtud y su amor a Jesucristo y a su Iglesia. Y no solo eso, sino que les debía, y nada en el mundo podrá convencerme de que no se lo sigo debiendo, un mayor acercamiento a Jesucristo y una riqueza espiritual que sin ellos, probablemente no tendría. Me argumentaba a mí mismo con la frase del Evangelio que dice que por sus frutos los conoceréis y que no hay árbol malo que de fruto bueno. Atribuía el mandato de Benedicto XVI, que por otro lado no expresaba ninguna condena directa, a un intento de la Santa Sede de terminar con una polémica que era dañina para la Iglesia, con una medida un poco ambigua pero comprensible, teniendo en cuenta la avanzada edad del P. Maciel –a la que se aludía en el texto– y que ya había dejado de ser el Director General de la Legión de Cristo. El hecho de que la orden al P. Maciel fuese seguida de un reconocimiento explícito de la bondad de la Legión de Cristo y de sus obras como congregación, me reforzaba en mi hipótesis.

    En esta creencia estaba cuando murió el P. Maciel y por eso escribí lo que escribí.

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  4. Continua la respuesta

    Pero en enero del 2009, supe que el P. Maciel había tenido una vida paralela en la que tuvo una hija. Éste es un hecho positivamente probado que conocí directamente de los propios legionarios de Cristo. Aunque no estén positivamente probadas, al menos una parte del resto de las acusaciones tienen serios visos de ser ciertas. Todo esto lo he ido percibiendo poco a poco con una mezcla de perplejidad y pena. Sin embargo, esto sigue sin hacerme perder la certidumbre que tengo de la bondad de la obra de la Legión de Cristo en general y de los legionarios que conozco. Son muchos años y muchos legionarios los que la avalan. Pero me pregunto cómo puede ser que de un fundador tan pecador haya podido surgir una obra así de extraordinaria. Y, sinceramente, no encuentro una respuesta satisfactoria. ¿Es que la frase del evangelio del árbol y el fruto no es cierta? Lo que es seguro es que los hombres hemos sido siempre muy torpes para interpretar el Evangelio y las Sagradas Escrituras en general. La historia se ha encargado de darnos lecciones de algunos de esos errores de interpretación. Los hombres somos seres históricos y aprendemos a través de ella. Tal vez ésta sea una nueva y misteriosa lección que Dios nos quiera dar sobre sí mismo y sus caminos. Pero no puedo dejar de buscar explicaciones a las cosas que no entiendo, aunque esta incomprensión caiga en el terreno del misterio. Por eso quiero contarte mi atisbo de respuesta, aunque ésta no me deje satisfecho. Sea como fuere y, a pesar de su conducta reprobable, el P. Maciel, al fundar la Legión de Cristo, quiso enraizarla en el corazón de Jesucristo a través de la Iglesia y hacerla un sólido instrumento al servicio de la misma. Redactó unas constituciones –que la Santa Sede aprobó–, de una gran exigencia de entrega radical a Jesucristo. Por ellas, varios miles de hombres y mujeres, le han entregado su vida en el sacerdocio y la vida consagrada, con enorme sinceridad, honestidad y valentía. Es como si estos hombres y mujeres, injertados en un tronco carcomido, creyendo firmemente que estaba sano, hubiesen generado unas raíces que se enterrasen directamente en la tierra de la Iglesia regada por la sangre de Cristo. Y, así como los hombres, todos, podemos fallar y fallamos tantas veces a la confianza que se deposita en nosotros, Cristo no falla. Por eso creo que estos hombres y mujeres recios y valientes, son los auténticos fundadores de la Legión de Cristo, los instrumentos sanos de Dios para la realización de uno de los caminos de sus designios.

    Me pregunto también acerca la infección que ese tronco enfermo, en el que se han injertado los legionarios, haya podido transmitir a esa obra. Esas constituciones, que atrajeron a estos hombres y mujeres a Cristo, pueden tener también su parte enferma. ¿Qué tipo de enfermedad? ¿Cómo de grave? ¿Qué extensión tiene? ¿Cómo se puede sanar lo que esté enfermo? Afortunadamente no necesito buscar respuestas a estas preguntas. Ni sabría, ni tendría los medios, ni podría. Gracias a Dios Benedicto XVI, ha cargado sobre sus hombros la dura y difícil tarea de diagnosticar la gravedad y extensión de la enfermedad que pueda haber, si la hay. Una vez hecho el diagnóstico, prescribirá el tratamiento a seguir por la Legión de Cristo. Y no me cabe duda de que los legionarios se aplicarán rigurosamente el tratamiento –ya se trate de aspirinas, quimioterapia o cirugía–, para poder ser un instrumento, todavía mejor del que son, al servicio de Cristo y de su Iglesia. Dicen que la paciencia es la virtud de los fuertes, así que, si Dios me da fuerza, esperaré a ver que dice este maravilloso Papa que el Espíritu Santo ha regalado a la Iglesia. Naturalmente, esperaré rezando para que Dios abra el corazón de los legionarios, para que ilumine a los visitadores apostólicos y a Benedicto XVI y sepan encontrar el diagnóstico y el tratamiento adecuados a la enfermedad que pueda tener la Legión de Cristo. Y te pido que unas tu oración a la mía.

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  5. Sea como sea, no cabe duda de que ésta es una prueba que Dios permite para la Legión de Cristo, los legionarios y los miembros del Regnum Christi. Y las pruebas son el camino por el que Dios empuja a los hombres hacia la santidad. Son una purificación que acrisola la esperanza. Como dice san Pablo: “La tribulación engendra paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza cierta”. Tal vez la humildad no sea el menor de los frutos que puedan salir de esta prueba. En mí, desde luego, ya está dando ese fruto. ¿Quién puede decir que entiende los planes de Dios?

    Me voy a permitir una digresión escatológica. En la terrible lucha entre el Bien y el mal que se está jugando en este campo de fútbol del mundo, en el que, no sé por qué razón, Dios quiere que juguemos los tullidos seres humanos, el demonio ha lanzado un fuertísimo tiro por la escuadra, pretendiendo marcarle un gol a Dios. Pero creo que un soplo del Espíritu Santo está ayudando al sucesor de Pedro a desviar la trayectoria del balón. Espero que, si Dios así lo quiere, éste rebote en el larguero y acabe en un gol en propia meta en la portería del demonio. Nuestro Dios es especialista en sacar bien del mal. Dicho con palabras mejores de Tolkien en una carta a su hijo: “Ningún hombre puede jamás saber lo que está acaeciendo sub specie aeternitatis (bajo la perspectiva de la eternidad). Todo lo que sabemos, y en gran medida por experiencia directa, es que el mal se afana con amplio poder y perpetuo éxito... en vano: siempre preparando tan sólo el terreno para que el bien brote de él”. Espero que así sea. Recemos juntos por ello.

    Un abrazo.

    Tomás.

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